
Entro al barco sin soltar mi cuaderno.
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No quiero dejar de escribir.
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Busco los fósforos para encender el anafe oxidado. ¿Dónde están? Hace meses que no entro al Gorrión. Estuve reacio a navegar desde la desaparición de mi tío.
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Revuelvo las gavetas con impaciencia buscando fósforos. La cajita amarilla muestra una fragata borrosa perdiendo la batalla contra las manchas de humedad. No hay fósforos sino un papel apurado doblado muchas veces.
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Lo despliego.
Es la letra de mi tío.
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No entiendo. ¿Cómo...?
Es su letra, sin duda. Con faltas de ortografía y todo. Dice pichonazo y sólo él me llamaba así. Solamente él.
No hay manera de que sea mentira. ¿Quién se tomaría el trabajo de esconder una carta así en la caja de fósforos?
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No entiendo a qué se refiere con te abrazo desde el río. ¿Sigue vivo?
¿Qué significa eso de vivir en el agua, de verdad?
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Escribo rápido y salgo a cubierta con la carta en la mano.
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